Mis Hermanas y Hermanos en Cristo:
En su homilía en la Solemnidad de la Santísima Trinidad, nuestro Santo Padre dijo: “Dios nos provoca a vivir con los demás y para los demás”. Continuó: “El Dios Trino, queridos hermanos y hermanas, debe manifestarse de esta manera: con hechos en lugar de palabras. Dios, que es el autor de la vida, se transmite no tanto a través de los libros como a través del testimonio de vida. Aquel que, como escribe el evangelista Juan, “es amor”, se revela a sí mismo por el amor”.
En virtud de nuestro Bautismo, somos morada de Dios. Llevamos a Dios por lo que somos. Esto es lo que Dios nos pide, y lo que Jesús nos mostró, cómo vivir como su morada. Estamos llamados a vivir a imagen de Dios, a saber, que estamos hechos por Dios para Dios. Hay un profundo sentido de dignidad en este conocimiento y esta dignidad por, con y en Dios es el núcleo, el aliento de nuestro ser.
El 24 de junio, la Corte Suprema de los Estados Unidos emitió un fallo histórico en Dobbs v. Jackson Women’s Health Organization, anulando Roe v. Wade y Planned Parenthood v. Casey. La decisión del tribunal supremo de nuestra nación permite a los estados proteger a las mujeres y sus hijos del aborto en todas las etapas del embarazo. El fallo fue en la arena del mercado, y rezamos para que su efecto comience a salvar vidas.
Sin embargo, tú y yo debemos continuar llevando a Dios a través de nuestra vida diaria. Porque sabemos que el número de personas que piensan que matar a un niño no nacido es aceptable no cambió con este fallo. Debemos continuar viviendo como cada vida es de Dios y hablar la Palabra de Dios unos a otros. Debemos perdonar a aquellos cuyos ojos no pueden ver la bondad de Dios en el llamado a la vida y abrazarlos con compasión mientras se afligen por sus propios defectos a los ojos de Dios. Debemos cuidar de las madres y los padres y de sus hijos si flaquean. Debemos aprender el espíritu de intercesión y servicio, que Jesús prescribe a todos sus discípulos. No hay rastro de limitación en las palabras y los gestos de Jesús. Es gracia de Dios cuando el servicio de su amor produce su ternura.
Dios nos implora también a nosotros que mantengamos nuestro celo por la vida dentro del celo de su bondad. El celo de nuestro Señor se manifestó principalmente en Su muerte en la Cruz para destruir la muerte y los pecados de toda la familia humana. En ese acto, Él nos ofreció el perdón completo y la vida eterna. Hizo que Juan y Santiago entendieran que Su espíritu y Su celo son mansos, apacibles y misericordiosos. Hizo uso de la indignación o la ira muy raramente cuando ya no tenía ninguna esperanza de poder ayudar de otra manera. Esto es lo que San Pablo les dice a los Colosenses. Que la Paz de Cristo, el perdón de Cristo, controlen nuestros corazones. Que Dios esté siempre en nuestro mirar.
Sigamos predicando celosamente el Evangelio de la Vida con nuestro diario vivir. Entonces como cada persona es morada de Dios, alimentada en torno a la mesa eucarística, nuestro mundo latirá el corazón de paz de Cristo y su Palabra habitará verdaderamente en cada uno.