“Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia, escúchenlo” (Mateo 17:5).
Mis Hermanas y Hermanos en Cristo:
Continuamos nuestra peregrinación durante esta temporada santa de Cuaresma para reconocer a Jesús dentro de los demás, ya que estamos llamados a servirnos unos a otros. En la Escritura del segundo domingo de Cuaresma, nos maravillamos de la Transfiguración de Jesús; Aquel que fue llamado amado en Su Bautismo es nuevamente llamado, distinguido por Dios Padre que dice: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia, escúchenlo”.
La ofrenda de Dios de Su amado Hijo a nosotros es tan asombrosa. Él nos conoce desde el momento de nuestra concepción y nos ama en todo lo que somos. Él nos transfigura mientras viajamos con Él para que también seamos sus amados. ¡Con qué sencillez Él pone la mesa para nosotros! El único requisito es sentarse a Su mesa en estado de Su amor.
La vida Eucarística moldea nuestras vidas incluso en nuestro mundo. Todo importa después de que lo recibimos… cada pensamiento ocioso; cada diversión en la que nos entregamos; cada palabra que hablamos. Somos transfigurados por la Eucaristía y nuestro propio ser trae Su luz y gloria a todos los que encontramos si elegimos aceptar esta maravillosa ofrenda de Dios.
Durante este Tiempo de Cuaresma, somos particularmente conscientes de nuestras imperfecciones. Sin embargo, Dios nos ha elegido para conducirnos unos a otros hacia Él y, a medida que lo intentamos con fervor, al recibirlo en la Eucaristía, somos transfigurados para siempre. El Papa Francisco dijo: “Para profundizar nuestro conocimiento del Maestro, para comprender y abrazar plenamente el misterio de su salvación, realizado en la entrega total inspirada por el amor, debemos dejarnos llevar por Él y desprendernos de la mediocridad y vanidad. Necesitamos emprender el camino, un camino cuesta arriba que, como una caminata de montaña, requiere esfuerzo, sacrificio y concentración”.
Hacemos nuestro camino al cielo de Comunión en Comunión. El salmista habla claramente: “Señor, sea tu misericordia sobre nosotros mientras confiamos en ti” (Salmo 33). Lo que sigue sólo puede ser el camino con Jesús y ese camino transfigura cada momento para ser Su luz como San Pablo caracteriza, según el diseño de Dios, que estamos llamados a una vida santa.
Comprendemos ahora el misterio de la Eucaristía a la luz del Jueves Santo tal como se cumplió en el momento mismo en que el cuerpo de Jesús debía ser partido como el pan y su sangre derramada como el vino.
Mientras esta transfiguración llena nuestro corazón, la plenitud del amor de Dios nos acerca unos a otros: para pedir perdón a nuestro hermano o a alguien a quien hemos rechazado durante muchos años; abrazar a una persona mayor que ya no es capaz; sonreír a un transeúnte, en lugar de mirar nuestro celular; llevar alimentos a una despensa o ayudar con su distribución; controlar nuestro juicio sobre los demás y ofrecer oraciones por ellos en su lugar; orar en familia antes de una comida; aprovechemos el Sacramento de la Penitencia para hablar en voz alta de cómo hemos lastimado a Dios al lastimar a Su pueblo; para reemplazar los placeres mundanos con el tesoro de Dios. Cada uno de nosotros puede transfigurar nuestro vivir cotidiano en el vivir de Dios, en una Eucaristía.
En el Primer Domingo de Cuaresma, recibimos a 581 catecúmenos de 67 parroquias en el Rito de Elección. Estos catecúmenos, los no bautizados que se preparan para convertirse en católicos, están participando en un camino de generaciones anteriores a ellos: el camino del encuentro con Jesús en su ministerio público en la tierra, acompañándolo a través de su Pasión y Muerte, llegando a comprender la Presencia Real a través de la Eucaristía y profunda gratitud por el Triunfo de la Cruz, vida eterna. Este no es un viaje que otros eligieron por ellos; este es un camino que ellos mismos eligieron emprender, con la valentía del Espíritu Santo y firmes en su ‘sí a la llamada del Señor: “Ven y sígueme”. Ellos son bendecidos y son nuestra bendición.
Los Elegidos no están solos en este viaje. Los acompañamos como comunidad de fe, pueblo ya elegido en virtud de nuestro Bautismo. En nuestro acompañamiento, oramos con ellos, asistimos en su formación y nos unimos a ellos en la Vigilia Pascual a medida que se convierten en miembros del cuerpo de Cristo, la comunidad de fe a través del Sacramento del Bautismo, la Confirmación y la Sagrada Comunión. Los animo a aprender los nombres de Los Elegidos en su parroquia o misión y engrandecer su nombre a través de la oración, tal como Dios prometió al pueblo de Israel.
Unámonos al Papa Francisco en su oración por nosotros: Que el Espíritu Santo nos inspire y sostenga esta Cuaresma en nuestra ascensión con Jesús, para que experimentemos su divino esplendor y así, confirmados en la fe, perseveremos en nuestro camino junto a Él, gloria de su pueblo y luz de las naciones.