Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad, pero procuren que esta libertad no sea un pretexto para satisfacer los deseos carnales, háganse más bien servidores los unos de los otros, por medio del amor. (Gálatas 5:13)
Mis Hermanas y Hermanos en Cristo:
Entramos en el “Tiempo Ordinario” de los Tiempos de la Liturgia. Jesús nos dice que nuestra comprensión de “ordinario” en el sentido secular no es lo mismo que Él predica. Nos dice que el tiempo ordinario significa vivir como morada de Dios. San Pablo les dice lo mismo a los Gálatas; sepan quiénes son como morada de Dios y sírvanse los unos a los otros por amor. San Pablo nos dice que nuestra libertad por, con y en Dios no es la libertad de perseguir deseos mundanos. Es la libertad de amar como pide Jesús, amarnos unos a otros como Él nos ama. Este amor inigualable es nuestro para encarnarlo y compartirlo.
Durante este Tiempo Ordinario, también entramos en la temporada de ‘vacaciones’ o ‘libertad’ del trabajo o las clases escolares u otros deberes diarios. Tradicionalmente, el mes de julio es una época en la que las familias viajan distancias más largas para verse o hacen viajes para conocer diferentes partes del país o del mundo o disfrutan de un respiro en casa. Este tiempo también es sagrado porque experimentamos las vacaciones como una morada de Dios.
Servimos a Dios sin importar la temporada. En tiempos de vacaciones, seguimos orando, participando en la celebración de la Misa, para recibir nuestro alimento espiritual a través de la Eucaristía. Es un tiempo maravilloso para servirnos unos a otros ofreciendo atención a los enfermos y solitarios; sirviendo de voluntario en un viaje misionero; peregrinando a los lugares sagrados; visitando otras iglesias católicas; o tomado tiempo para servir una comida a los que tienen hambre. El cuidado del pueblo de Dios continúa a lo largo de todos los tiempos a medida que somos llamados a servir a Dios.
El Papa Francisco dijo: “La libertad de la fe cristiana, la libertad cristiana, no indica una visión estática de la vida y la cultura, sino más bien una visión dinámica, una visión que es dinámica incluso en la tradición. La tradición crece, pero siempre con la misma naturaleza. No pretendamos, por tanto, poseer la libertad. Hemos recibido un regalo que cuidar.
Más bien, es la libertad la que nos pide a cada uno de nosotros estar constantemente en camino, orientados hacia su plenitud. Es la condición de los peregrinos; es el estado de los caminantes, en continuo éxodo: liberados de la esclavitud para caminar hacia la plenitud de la libertad. Y este es el gran regalo que Jesucristo nos dio. El Señor nos ha liberado gratuitamente de la esclavitud y nos ha puesto en el camino para caminar en plena libertad”.
Cuando era un niño que asistía a la escuela, mi maestro nos pedía que regresáramos a clase al final del verano y hablábamos sobre “lo que hicimos durante las vacaciones de verano”. Muchos de nosotros contábamos historias de visitas familiares o grandes viajes y había un montón de oohs y ahs de nuestros compañeros de clase. Cuán diferente sería ahora ese decir si nos enfocáramos en decirle a Dios lo que hicimos; cómo floreció Su Reino en la tierra para Su gloria. ¿Qué diríamos acerca de cómo contagiamos Su amor unos a otros cuando Él nos lo pide?
Al entrar en este Tiempo Ordinario, oren a Dios por inspiración y guía para buscarlo en cada momento en que se cumpla Su morada. Cuando Él diga, “Sígueme”, nuestra respuesta en palabras no será necesaria porque todos lo sabrán a través del servicio de los unos a los otros. Entonces el mundo será transformado por Su libertad.