Mis Hermanas y Hermanos en Cristo:
Estamos casi a la mitad de nuestra temporada de Cuaresma. Oro por que estén aprendiendo cómo Dios ve durante esta Temporada de Esperanza. Oro para que se sientan refrescados al conocer al Señor como su Pastor que ofrece Su corazón para volverse uno con el suyo. Ruego que estén aprendiendo a vivir como hijos de luz, produciendo todo tipo de bondad, justicia y verdad.
La Palabra de Dios proclamada el cuarto domingo de Cuaresma agudiza nuestro enfoque a mitad de temporada. Escuchamos de la unción del rey David, rezamos el Salmo 23, San Pablo nos recuerda nuestro propósito como católicos, y San Juan nos habla de la ceguera y de cómo, incluso con nuestra capacidad de ver, todavía estamos cegados por “cómo ve el hombre, por la apariencia o por su alta estatura”. Las palabras profundas se unen cuando reconocemos en ellas al Verbo hecho carne y nos damos cuenta de que son el don de la Eucaristía para nosotros.
Cuando recibimos la Eucaristía, recibimos la Palabra hecha carne, es decir, recibimos a Jesús. En esa recepción de su Santísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, recibimos la totalidad de la Palabra; lo que vino antes en el Antiguo Testamento, lo que vino a través de Su presencia en la tierra, y lo que vendrá por nuestro vivir en fe a través del Dios trino cada día. Es el misterio sagrado en el que vamos creciendo y convirtiéndonos en Eucaristía para ofrecer a Dios y a las personas con las que nos encontramos.
Obtener un rey fue el ministerio de Samuel, el profeta escogido por Dios. En medio de la dificultad, Dios elige a un hijo muy modesto que está lleno del aliento de Dios. Así como David estaba pastoreando las ovejas cuando fue llamado, el Salmo 23 habla de la belleza del verdadero Pastor que nos guía a cada uno de nosotros por caminos rectos, si tenemos ojos para ver la bondad de Dios. San Pablo nos recuerda que estamos fuera de las tinieblas y vivimos como hijos de la luz; exhortándonos a aprender lo que es agradable a Dios. Finalmente, Jesús habla de cómo la ceguera espiritual puede intimidar y puede lastimar a aquellos que buscan a Dios, cuando hacemos a un lado a Dios.
En esta mitad de la Cuaresma, es bueno mirar en nuestro corazón y reflexionar sobre si vemos como Dios o como hombre. Este es también un momento para buscar el Sacramento de la Penitencia para hablar con Dios acerca de cómo fallaste en amar a Dios, si aún no lo has hecho. El Sacramento de la Penitencia es una ofrenda de amor, una conversación para expresar tus problemas y para recibir el perdón de Dios, el don de Su Paz. Este don de la Paz se cumplió con la muerte de Jesús en la Cruz. Cuando recibimos el perdón de Dios, vamos y ofrecemos ese mismo perdón a aquellos a quienes podemos haber dañado. Nos ofrecemos como Eucaristía los unos a los otros.
¿Cómo comienza nuestra ofrenda? Comienza con la oración. Jesús siempre oraba antes de ir a evangelizar. Él oraba mientras evangelizaba. Oró con sus discípulos. Él nos enseñó a orar. Cuando oras, aunque estés orando por una necesidad propia, estás orando para que la comunidad de fe se fortalezca a través de Cristo. La oración también puede ser una conversación unos con otros al traer el amor de Dios a través de tus palabras. La oración puede ser el abrazo que alguien necesita o una sonrisa que afirma cuando hay dudas.
Mis hermanos obispos y yo regresamos recientemente de los Días Católicos en el Capitolio, donde aprendimos sobre la legislación y cómo nuestra oración puede transformar la oscuridad en la luz de Dios. La oración es participar en la celebración de la Misa para recibir la Eucaristía.
El Papa Francisco nos anima a orar al Espíritu Santo, el que “mueve tu corazón, que te lleva adelante, que te da consuelo, que te da el deseo de evangelizar, emprender la misión”. El Espíritu Santo facilita el encuentro con Jesús. Oren de corazón durante esta mitad de la temporada de Cuaresma. Que nuestro corazón despierte para que vivamos como hijos de la luz y abramos los ojos de los ciegos para ver a Dios.