Que nunca me gloríe sino en la cruz de nuestro Señor
por el cual el mundo me ha sido crucificado a mí y yo al mundo.
Gálatas 6:14
Mis hermanas y hermanos en Cristo:
Los sacerdotes de la Diócesis de Orlando sirven bien al Señor. Humildemente ofrecen la trascendencia del Espíritu Santo a través de su ministerio sacerdotal del que nunca se jactan sino en la Cruz de nuestro Señor. Estos sacerdotes se comprometen con Dios a servirle durante su vida en la tierra. Si bien la edad de 75 años es la edad de jubilación “obligatoria”, los sacerdotes nunca se retiran de su ministerio sacramental.
A lo largo de cada año, ustedes saben de nuestro persistente llamado a las vocaciones al sacerdocio; nuestra oración de súplica pidiendo al Señor que envíe obreros para su mies. Asimismo, rezamos para que los sacerdotes ordenados experimenten el gozo del Señor y expresen ese gozo en la fidelidad a su identidad.
El sacerdocio no es sólo un trabajo a realizar; una carrera que comienza y termina. Es un Sacramento para ser vivido, como invita el Señor a quien lo recibe. A través del Sacramento de la Ordenación, los presbíteros reciben la unción del Espíritu Santo y son “signos con un carácter especial y son conformados a Cristo Sacerdote de tal manera que pueden actuar en la persona de Cristo Cabeza” (Presbyterorum ordinis 2).
El Papa emérito Benedicto XVI ofrece pastoralmente esta sabiduría: “La verdad es que cuanto mayor es la conciencia de los fieles de sus propias responsabilidades dentro de la Iglesia, más clara se vuelve la identidad específica y el papel inimitable del sacerdote como pastor de toda la comunidad, testigo de la autenticidad de la fe, y dispensador de los misterios de salvación en el nombre de Cristo la Cabeza”.
Estamos experimentando una escasez de sacerdotes en la Diócesis de Orlando. Más del 50% de nuestros sacerdotes diocesanos están jubilados. A medida que el número de católicos que viven dentro de la Diócesis de Orlando continúa creciendo, somos bendecidos con sacerdotes de órdenes religiosas y sacerdotes de otras diócesis en todo el mundo para formar a las personas en Dios para que puedan conocerlo, amarlo y servirlo. Algunos de ustedes ya han experimentado esta escasez ya que las parroquias comparten sacerdotes.
Nuestros sacerdotes jubilados son el alma de nuestra Diócesis de Orlando; son la cara histórica de sus inicios. Ellos son aquellos cuyo coraje forjó nuestras parroquias y misiones. Su cuidado por los humildes refugiados asentados de Cuba, Vietnam, Afganistán, Croacia y muchos otros países. Ellos son aquellos cuyo ojo por Cristo sentó las bases de nuestras alacenas de alimentos. Nunca se cansan de servir con gozo en el Señor. Son importantes para la naturaleza sacramental del pueblo de Dios. Son necesarios para nuestra salud espiritual ya que celebran voluntariamente la Misa en las parroquias; ungen a los enfermos; confieren el Sacramento de la Reconciliación; dirigen retiros; y apoyan a los sacerdotes recién ordenados mediante sabios consejos y dirección espiritual. Viven como están llamados a ser un mediador, un puente que conecta, y así llevar al pueblo a Dios, a Su redención, a Su verdadera luz, a Su verdadera vida.
Ahora, les pido que apoyen financieramente a los ministerios diocesanos para cuidar de estos sacerdotes jubilados para que sus necesidades humanas y espirituales estén aseguradas a través de la Colecta Anual Diocesana de Retiro de Sacerdotes y Cuidado de Sacerdotes. Jesús dijo: “El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Marcos 8:35). Nuestros sacerdotes jubilados ejemplifican las palabras de Jesús. Que la Cruz del Señor sea nuestra marca de Aquel que tanto nos ama.