“Si quitas de en medio la opresión, la acusación falsa y el habla maliciosa; si repartes tu pan al hambriento y sacias al afligido; entonces la luz se levantará para ti en la oscuridad, y las tinieblas se volverán para ti como el mediodía”. Isaías 58:10
Mis Hermanas y Hermanos en Cristo:
¿Amas a Jesús? Si amamos a Jesús, ¿no querríamos hacer lo que Él pide? Jesús siempre nos llama a un nuevo mandamiento. Él dijo: “Amaos unos a otros como yo os he amado” (cf. Juan 13,34). Cuando participamos en la celebración de la Misa y nos acercamos al altar, hacemos de nuestras manos un trono para recibir a Jesús, el Pan del Cielo.
Al recibir a Jesús, nos vemos obligados a salir envueltos en su amor para llevarnos unos a otros su amor, la Eucaristía. Nos convertimos en Su morada. “Cuando, en la Visitación, María llevó en su seno al Verbo hecho carne, se convirtió de alguna manera en un “tabernáculo” –el primer “tabernáculo” de la historia– en el que el Hijo de Dios, aún invisible a nuestra mirada humana, se permitió ser adorado por Isabel, irradiando su luz, por así decirlo, a través de los ojos y la voz de María” (Ecclesia de Eucharistia 55).
Al igual que nuestra Santísima Madre, recibir la Eucaristía significa que aceptamos el llamado de Dios a ser suyos, a ser una Eucaristía en el mundo. El profeta Isaías nos dice que debemos eliminar de nuestro medio la opresión, la falsa acusación y el lenguaje malicioso. Así como Jesús satisface nuestra hambre espiritual a través de la Eucaristía, Jesús nos llama a dar nuestro pan a los hambrientos y a satisfacer a los afligidos. El Papa Francisco dijo: “El amor de Dios no puede soportar el egoísmo de no compartir el pan”.
Jesús nos pide que llevemos Su Paz unos a otros; Su luz infundiendo la tierra a través de cada uno de nosotros. A través de Jesús Eucaristía, somos envueltos en el perdón y vamos del altar dentro del santuario, al altar de Su tierra, trayendo Su generosa misericordia unos a otros.
Hay muchos momentos en estas últimas semanas en los que he estado entre ustedes y he sido testigo de la belleza de la Eucaristía. Rezamos incesantemente durante la Semana de la Unidad de los Cristianos para que todos sean uno. En la Misa por la Vida celebrada en la Basílica del Santuario Nacional de María, Reina del Universo, se habló sobre el don de la vida de Dios desde la concepción hasta la muerte natural y cómo nos cuidamos unos a otros cuando Dios nos llama suyos.
Celebramos la Semana de las Escuelas Católicas del 29 de enero al 4 de febrero, reconociendo a los preciosos niños que se nos ofrecen, para que podamos formarlos a través, con y en el amor de Dios y enseñarles cómo el amor de Dios trasciende cada momento de nuestro vivir. Alabamos a Dios por nuestros padres y tutores, nuestra facultad y personal, nuestro clero y religiosos que participan en esta formación.
Celebramos el Año Nuevo Lunar con la comunidad vietnamita que se reúne en la Iglesia Católica St. Philip Phan Van Minh para alabar a Dios por el nuevo año y el regalo de la vida. Familiares y amigos llenan la iglesia, recordando su historia y tradiciones mientras se ofrecen a Dios por un año más.
La Misa Roja por los Abogados Católicos, nos recuerda la justicia de Dios y nuestro llamado a defender Su justicia al considerar la ley civil. El personal de la Sociedad de San Vicente de Paúl y Caridades Católicas de la Florida Central conversan en sinodalidad para que puedan asociarse lo mejor posible para ayudarnos a cada uno de nosotros a ayudar a los necesitados.
A medida que presentamos a Dios en este ‘Tiempo Ordinario’, dejemos que nuestras buenas obras brillen Su luz extraordinaria ante los demás para que todos lo conozcan y lo amen.